Se presenta como un restaurante japonés en Málaga capital, se llama Yugo y descubre el nivel de creatividad de Dairon Alexander, un cocinero superlativo. Hasta aquí todo correcto, pero Yugo supera ese listón, se aventura más allá de las fronteras geográficas para lanzar un mestizaje gourmet que emociona desde el primer hasta el último bocado.

A Yugo se va, en muchos casos, por el nivel del sushi en sus diferentes interpretaciones, pero se vuelve en más ocasiones, con alegría, por todos esos platos fronterizos, elaborados con ingredientes de cercanía y con técnicas orientales, que enamoran los sentidos por su elegancia.

La delicadeza de cada propuesta, la originalidad de las combinaciones, el exotismo de los resultados percibidos por cualquier persona sentada a la mesa en Yugo, son reclamos muy fuertes. Los niveles de satisfacción obtenidos son aún más elevados tanto para quienes tiene un largo historial gourmet como para quienes inician la exploración de dicho universo.

Nosotros hemos disfrutado de un almuerzo… “panorámico” justo el domingo anterior a la celebración de la VI Fiesta POP en Málaga, y nos ha encantado la experiencia.

Recalco lo de disfrutar, por cuanto ha sido un tiempo de alegrías continuas, de emociones impactantes en cada segundo. También explico lo de “panorámico”, ya que la selección hecha por Dairon Alexander, con la colaboración de su equipo de sala, nos ha descubierto la esencia de un restaurante de aire nipón, que supera cualquier encasillamiento

Yugo es un emblema de la cocina fronteriza, del mestizaje entre Japón y Andalucía con un extra de sabor mediterráneo, ya que se sitúa a menos 100 metros de la orilla de ese Mar, en pleno corazón de la Málaga más vital, que vive pegada a la playa.

El menú “panorámico”, que hemos disfrutado 3 adultos, nos ha llevado desde unas patatas bravas con espuma de kinchi o unas croquetas de ramen, hasta un tiradito de ventresca de atún o un pato al curry japonés, con un paréntesis de ese sushi imaginativo que te deja sin calificativos por su brillantez.

Unas cervezas de corte japonés, muy refrescantes y elegantes, más unos vinos por copas capaces de magnificar los puntos picantes de varios platos completaron este almuerzo estelar. El ticket final, 145 euros, es correcto, bien ajustado a los niveles de excelencia: de los ingredientes, de la cocina, de la atención en sala y del confort del establecimiento.

En Yugo se disfruta de las sorpresas visuales, de las emociones de los sentidos y de las alegrías proporcionadas por cada propuesta, en un escenario sobrio y placentero.

ARTILLERÍA PESADA PARA ABRIR BOCA

Abrimos boca con una de las propuestas favoritas del equipo de cocina liderado por Dairon Alexander y su hermano Adolfo: patatas bravas con espuma de kinchi. Impecables.

Las patatas cobran vida con la nota punzante del kimchi, un picante nada agresivo, que pasea por el paladar de acuerdo con lo que se espera de unas bravas.

En Yugo han unido el concepto tradicional de bravas, creado por un montañés en la madrileña calle Echegaray, una de las más castizas de la capital, con ese refinamiento oriental aportado por el kinchi más sutil. Seguro que encantarían al impulsor de La Casona, la base de lanzamiento mundial de las patatas bravas.

Las croquetas de ramen marcan ya distancias. Si existen las croquetas de puchero ¿por qué no van a existir las croquetas de ramen? De ese puchero nipón tan gratificante.

Son melosas y, al mismo tiempo, potentes. El huevo casi derretido y el punto de picante, siempre sutil, elegante y divertido, confirman ya los niveles de la cocina de Yugo. Aquí se disfruta de una verdadera distinción sin postureo de ningún tipo. Aquí se disfruta con un trabajo minucioso realizado con ingredientes supremos.

El tercer impacto llega con un tiradito de ventresca de atún, que reúne: atún rojo sobre una base cremosa de aguacate con gel de ponzu, la salsa que combina salado, dulce y cítrico, y mayonesa de trufa. ¿Os parece brutal? Pues si se añade ralladura de trufa y cebolleta antes de servirlo sobre tostas de algas, para contar así con toques crujientes, se llega a la locura gourmet.

Cada bocado es más apetecible que el anterior. El paladar va descubriendo cada uno de los ingredientes, cada uno de los músicos de la orquesta que interpreta ese himno a la alegría percibido por la persona que lo saborea. Un 10 absoluto.

JAPÓN EN ESTADO PURO

A partir de ese tiradito, que nos pasea por el Pacífico, entramos de lleno en el Japón más gourmet con el sello de Yugo.

Tres pases diferentes, con: uramakis, ese sushi que esconde prácticamente el arroz para mostrar el marisco o el pescado con todo lujo de detalles; uramakis aburi, con un flambeado que acentúa el punto crujiente; niguiris; niguiris aburi; o california Rolls. Para enloquecer una y otra vez.

Nuestra podio personal coloca un langostino en tempura con un punto de aguacate en gelatina en el número 1. Majestuoso. Los ojos bailan mientras los calificativos de admiración se multiplican. Terciopelo en la boca al tiempo que se recibe el impacto del mar más exquisito. Sensaciona.

Se alcanza ese mismo nivel de emociones con un combinado, uramaki aburi, de salmón, lima y salsa teriyaki, un bocado nada más, sí, pero es un bocado genial cuando se degusta con su recubrimiento de salmón negi, negro según el traductor, aguacate y espárragos.

Actúa como el explosivo más potente: con el primer bocado se retira la espoleta… acto seguido llega el despliegue de emociones, el boom colosal. Es fácil levantarse de la silla para aplaudir a todo el equipo de cocina.

El tercer peldaño de ese podio imaginario se completa con dos niguiris. Son bolas de arroz, recubiertas de codorniz, ventresca y trufa en un caso, o de anguila flambeada en otro caso, por lo que se merece el título aburi. Todo seda.

Hay mucho Arte en la cocina de Yugo, bien atesorado por los hermanos Dairon y Adolfo Alexander.

EL PATO, APOTEOSIS FINAL

El último toque para este almuerzo, trampolín para un día tan intenso como el dedicado a la VI Fiesta POP, tenía que reunir atrevimiento, distinción, vistosidad y, por encima de todo, un despliegue de impulsos inspiradores. Yugo materializa ese listado de exigencias en el pato con curry japonés con pure de patatas y manzana, acompañado con verduras salteadas.

Volvemos a utilizar el término delicadeza por cuanto describe la sensación de la persona sentada a la mesa mientras disfruta con cada bocado.

Podría destacar desde la intensidad de sabor de la carne, hasta la alegría de las verduras, pero me quedo con el conjunto, con el curry, con el pure… con el equipo completo, siguiendo la filosofía del Maestro Cholo Simeone.

Ahora mismo hay muy pocos platos de este calibre elaborados a partir del pato en todo el territorio español, lo que confirma una vez más, por si hiciera falta, la inmensa calidad de la cocina que se practica en Málaga, ya situada en puestos de podio a nivel… mundial, sí, mundial, sin complejos de ningún tipo.

Satisfacción plena, felicidad total. Cada segundo, cada minuto en Yugo, han sido lujos sensoriales, tiempos de satisfacción casi espiritual gracias a una fiesta de emociones gourmet.

El restaurante liderado por Dairon Alexander es un lujo para la nueva capital del Mediterráneo, sin que ese valor se refleja de modo agresivo en el precio final, con lo que eso supone para un público a la caza de emociones.

Al salir por la puerta recordaba un comentario que había hecho en radio pocos días antes. Me preguntaron si Málaga se estaba convirtiendo en la San Sebastián, Donosti, del Sur. Mi respuesta desafiante, ahora confirmada tras esta experiencia en Yugo, fue la siguiente: No, Donosti ya es la Málaga del Norte… para quien lo quiera entender, para quien quiera rasgarse las vestiduras.

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