Un escenario especial, un apéndice inmaculadamente blanco del edificio racionalista que acoge el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, para un encuentro singular del sushi con la cocina mediterránea. El resultado final es Óleo, restaurante que propone el refinamiento de la cocina japonesa en medio del bullicio más festivo.

El almuerzo en Óleo nos ha conducido por un camino muy poco habitual: hemos pasado de la ensaladilla rusa, con la mejor esencia malagueña, hasta el ceviche de jurel más emocionante, con una lima exuberante en aroma y sabor. Ha sido el primer paso.

Después hemos entrado en “territorio sushi” a través de niguiris y uramakis hasta tocar el cielo con un niguiri aburi sublime. Ese pequeño núcleo de arroz recubierto con ventresca de atún y con foie al Pedro Ximénez, bien flambeado con soplete, un niguiri aburi que rompe moldes, nos ha llevado hasta el cielo. Sensacional.

En total: 6 platos diferentes, acompañados por vinos blancos de la tierra malagueña, y una atención muy profesional, aunque lenta, han situado el precio final del almuerzo para 2 personas hasta los 80 euros. Muy correcto para el nivel de cada una de las propuestas del menú.

Pero la experiencia Óleo, la emoción que esperábamos de un restaurante de Museo, no ha sido redonda del todo. La aglomeración de clientela y de mesas, con su correspondiente griterío, ha restado satisfacción a la hora de degustar propuestas tan exquisitas. La ocupación es más que excesiva y no deja lugar a una conversación normal.

Un templo del buen gusto como es siempre un Museo, aunque se encuentre tan poco mimado como el CAC de Málaga en cuanto se refiere a instalaciones, requiere un restaurante que respire el mismo espíritu. En Óleo no encontramos ese paralelismo.

Basta un detalle: los servicios para ambas entidades, museo y restaurante, están la primera planta, no a pie de calle, y se indican con unos folios pegados con papel adhesivo…  solución poco admisible en un entorno que reúne trabajos de: Miquel Barceló, Juan Muñoz, Bill Viola o del sorprendente Atanda Quadri Adebajo, un jovencísimo nigeriano autor de retratos contundentes, que ha sido nuestro imán para llegar al CAC.

Vamos a disfrutar con un menú repleto de interés, mientras nos olvidamos de ruidos, de calores, de estrecheces. Vamos a lo importante en Oleo: su cocina.

DE AQUÍ Y DE ALLÁ, BIEN COMBINADO

La cocina de Rui Junior, el pilar fundamental de Óleo, está cargada de notas exóticas, de influencias de América del Sur, de Europa y de Asia. Se comprueba nada más leer la carta y se disfruta con propuestas tan alejadas entre sí, y tan complementarias, como: la ensaladilla rusa, el hummus de edamame y el ceviche de jurel de Málaga.

La capital mundial de la mejor ensaladilla rusa se ha ganado esa distinción por platos como el que hemos degustado a menos de 70 metros de pinturas de Andy Warhol o esculturas de Cristina Iglesias. Volvemos a lo terrenal: su ensaladilla es sutil, refrescante, equilibrada. Sí, esta es la ensaladilla de un Museo, puro refinamiento sin renunciar a su potencia. Genial.

El hummus de edamame es sorprendente por su toque verde, vegetal, y por su elegancia en el paladar. Nada que ver con esos “engrudos» habituales en restaurantes con pretensiones. Solo se le puede pedir un poquito más de pegada en los sentidos para redondearlo del todo. Muy interesante.

Llegamos así al primer minuto de oro del almuerzo, un ceviche sí, pero alejado de los patrones clásicos. El pescado: el jurel más humilde y grandioso, bien marinado para transmitir todo su toque mediterráneo. A partir de aquí se multiplican las sorpresas: los 2 rollitos de jurel se presenta sobre 2 mitades de lima fría y se coronan con huevas de pescado.

Nos indican como degustar esta propuesta: un solo bocado a todo el conjunto hundiendo los dientes en la lima, para extraer parte de su jugo. Brutal, sí. Es una descarga de emoción que recorre la columna vertebral. Hay que recuperarse de ese ascenso al Everest. Un 10 indiscutible… si te gustan los cítricos potentes.

TERRITORIO SUSHI

La propuesta principal de este almuerzo se resume en la carta como uramaki aburi salmón lima. Traducción: un sushi al revés, que deja el arroz por fuera y el alga nori por dentro, elaborado con: aguacate, salmón, crema de queso, lima y salsa teriyaki.

Es el plato rotundo, con 8 piezas que impresionan por su toque vegetal, sin renunciar a la elegancia del salmón. Serio y equilibrado, satisface olfato y paladar al tiempo que combate el apetito… un concepto poco habitual cuando se habla de sushi.

APOTEOSIS NIGUIRI SIN O CON… FUEGO

Ahora llega la apoteosis, en forma de niguiri. El primero, con anguila, es un directo a la mandíbula. Te deja KO por su impacto en todos los sentidos, es poderoso y, al mismo tiempo, delicado, con el peso de la anguila ahumada bien estudiado para mantener el equilibrio del bocado. Perfecto.

Estás pensando en la dificultad para superar esa marca y te vuelcas con el niguiri aburi con ventresca de atún y foie al Pedro Ximénez… que reúne medio planeta gastronómico en formato super ajustado. La combinación es exquisita.

Notas la colección de aromas, sabores y texturas que se integran a las mil maravillas en tu boca, bien ayudada por la nota de calor que caracteriza a esta clase de piezas. Impecable. El mejor broche para un repaso a los ingredientes llegados de 3 continentes. Fusión buena, de calidad máxima.

Nuestro balance de Óleo es positivo, excelente en el capítulo de cocina, pero mejorable, claramente, en todo lo referente a restauración pura. Es el restaurante disruptivo para un Museo de vanguardia como es el CAC de Málaga, pero necesita un emparejamiento más notable con el espíritu de un templo del Arte.

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