La antigua estación de tren de Serón, en Almería, en pleno Valle del Almanzora, a muy pocos kilómetros del observatorio astronómico de Calar Alto, es ahora la primera parada de un tren a la felicidad… gastronómica.

El restaurante La Estación, situado en el edificio centenario de Renfe, es ahora el escaparate de una cocina muy pegada a la tierra, que descubre la fuerza de una Almería interior sin contaminar, sin plásticos ni fertilizantes químicos.

Alba María Martínez Hinojo y Alejandro Ortiz García, los responsables absolutos de los fogones de La Estación, ambos con menos de 30 años, nos han descubierto verduras y frutas poderosas del propio Valle del Almanzora, carnes de caza repletas de aromas a monte de la Sierra de los Filabres, quesos de Serón con toques de trufa y mucho más.

También nos han cautivado con sus guiños a la tradición árabe, a esa pastela de cordero absolutamente magistral interpretada en clave de Alta Gastronomía, o con su homenaje a Japón con escala en Italia, materializado en un tiramisú de te matcha capaz de enamorar al propio Marco Polo.

Todas estas propuestas, y muchas otras igualmente originales, llegan a las mesas con toques desenfadados en unos casos, emocionantes en otros, pero siempre cargados de autenticidad, para que cada comensal sienta la solemnidad de un territorio Gourmet aún por conocer.

En La Estación de Serón se toma el tren de la cocina más sincera, la que regala una sonrisa de satisfacción al recordar cada uno de los platos del menú.

QUESO CON TRUFA Y FRUTOS SECOS

Almorzamos en La Estación, en un establecimiento luminoso gracias a los grandes ventanales, especialmente acogedor, con un ambiente de comensales jóvenes que disfrutan adentrándose en los placeres de la mejor Cocina.

Nosotros veníamos de dos experiencias artísticas contundentes y absolutamente recomendables: el Museo de Pintura de un genio de vanguardia fiel a la estética POP, Agustín García Ibáñez, y el Museo de Fotografía, de Miguel Perez Siquert, levantados en el Paseo del Arte más fresco y desafiante del panorama español, localizado en Olula del Río.

Aún estábamos recordando la cabeza de mujer creada por el gran Antonio López, con casi 6 metros de altura, o la propia estatua del Maestro con su bata de trabajo, que abre el Museo Ibáñez Cosentino, cuando llega el aperitivo: flor de la Mancha, de las que se hacen con harina en la sartén y tienes la forma de la Cruz de Calatrava, con encurtido de vegetales.

UNA ENSALADA REPRESENTATIVA DE UNA TIERRA

Sabores recios en la masa que contrastan con los toques sutiles de las gotas de vegetales con vinagre. Se disfrutan en medio de los crujidos divertidos de esas cruces. Es en un plato actual pero con aires del Siglo de Oro. Genial.

Pasamos de la mirada al ayer a la propuesta vegetariana más actual: ensalada de hojas verdes, queso de trufa Seronés, frutos y vinagreta de nueces. Stop.

¡Que se pare el mundo! Esas hojas verdes, esos espárragos naturales son los acompañantes perfectos para un queso exquisito, elegante y con un toque de trufa muy delicado, el Seronés de cabra.

Uvas y nueces completan un plato cargado de vitalidad, todo un himno a un territorio con productos cargados de sabor. Es una ensalada que cubre una comida completa. Super satisfactoria y muy completa.

EL MILAGRO DE LA PERDIZ

Sorpresa de nivel supremo: llega la Perdiz en escabeche de cítricos al aroma de los Filabres. Estamos ante el lujo de la cocina de Serón, que se anuncia con un aroma delicioso.

El ramito de romero, que humea como el mejor incienso sobre el plato, trasciende de inmediato a las personas sentadas a la mesa. Es el anticipo de una joya cocinada con toda la delicadeza por las 4 manos que controlan los fogones de La Estación.

Hablamos antes del escabeche de cítricos que de la propia perdiz. La naranja sutil del escabeche, aromática en su justa medida y con una pincelada dulce, aumenta la fuerza de una carne consistente, que sabe a Naturaleza.

El tenedor y el cuchillo de cada comensal tienen trabajo, pero el disfrute absoluto se reserva para quienes rebañan cada huesecito de la carcasa. Es una fiesta para los sentidos, como se comprueba al contemplar las caras del resto de comensales. Son rostros felices, de satisfacción.

En una palabra: para restaurar el tren que comunicó Serón con el resto de la Península desde 1894 hasta 1985 y peregrinar de nuevo hasta… La Estación.

LA HERENCIA ÁRABE

Final por todo lo alto, con un guiño a la pastela de cordero, pura tradición árabe. Esta pastela reúne la carne de cordero con jugo concentrado con la innovación aportada por la crema de yogur y la cebolla morada encurtida.

Belleza sublime, colores que se quedan en la retina. Esta propuesta aparece como una composición pictórica, capaz de remitir a las mejores obras de los museos de Olula, y hablamos de entidades que guardan obra de Goya, de Sorolla, de Vázquez Díaz o del propio Antonio López.

El crujiente de la pastela pone el toque divertido en una carne de cordero que es seda para el paladar. La cebolla morada y el yogur, sutiles, delicados, redondean cada bocado. Es la cocina repleta de sabiduría del otro lado del Mediterráneo. Excelente.

EL TÉ QUE SE HIZO TIRAMISÚ

Hablamos de té matcha, no de ese “te, tu y tal y tal” que el banco Santander publicita en su última campaña en radio y televisión, diseñada en algún frenopático de guardia.

Volvemos a ese Tiramisú Té Matcha que redondea nuestro almuerzo. Es diferente, tanto que se presenta a la mesa en una tetera de hierro forjado… como un buen té verde.

Basta destapar ese recipiente para sumergirse en la… perplejidad. El tiramisú de La Estación se ha saltado todos los controles… para descubrir un camino inédito. Llega a romper el esquema mental de la clientela ya que está frío, como corresponde a un tiramisú, cuando la tetera sugiere que llega al rojo vivo. Un guiño divertido.

 El bizcocho de base está empapado de té revitalizante mientras que la crema hereda esa misma nota de sabor en una textura más consistente de lo habitual en el postre emblemático de Italia. Es mucho más aromático que el tiramisú clásico, menos pesado, pero mantiene el punto dulce más actual, poco más de una pincelada de azúcar en el paladar. Sorprendente.

Serón, en el corazón de una Almería íntima, casi desconocida, se hace una cocina comprometida con el territorio. Se saborea en La Estación y deja huella por su naturalidad, por su búsqueda de las emociones con los ingredientes más sencillos y cercanos.

El trabajo de Alba María Martínez y de Alejando Ortiz ya referente de creatividad comprometida con la tierra, anuncia una progresión absolutamente noticiable.

Nos hemos subido a la Felicidad en La Estación de Serón. ¡Viajeros al tren!

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