Platos vibrantes y repletos de alegría, propuestas cargadas de vitalidad, elaboradas con ingredientes fresquísimos llegados del Atlántico, aromas, sabores y texturas que surfean por los sentidos de cada comensal para multiplicar su satisfacción. Sí, es la cocina de Bocinegro, de la taberna marina de Conil.

Las creaciones de una grande de los fogones como Rocío Fernández, capitana indiscutible de esta nave gourmet, impresionan por su naturalidad, por su elegancia y por su energía. Lo hemos comprobado en una cena ligera, a base de entrantes, sin un plato principal, que nos ha dejado oleadas de emociones profundas.

En Bocinegro se disfruta con la fuerza que el Océano transmite a todas sus criaturas. Rocío Fernández pone el control. Hemos disfrutado esa fuerza bajo control en una tosta de sardina ahumada, que multiplica su intensidad con pesto de tomate y miel.

Nos ha enamorado el milhojas de atún con fruta de temporada y huevas de tobiko, rompedor, alejado del tartar omnipresente en cientos de menús, mientras que el remanso de paz, de respeto a la tradición, ha llegado con unas croquetas de gambón al ajillo majestuosas.

Esa sesión de emociones surferas en el paladar se ha mantenido intacta hasta alcanzar la playa, hasta unos postres… geniales: mousse de cacahuete, por un lado, y espuma de tocino de cielo, por otro.

Matrícula de Honor para un referente gourmet en Conil, que mantiene los pies en el suelo en cuanto se refiere a precio: menos de 55 euros para 2 personas con un par de copas de Jerez, más otro par de vinos blancos gaditanos emocionantes.

Las notas extras a esta experiencia inolvidable en Bocinegro han llegado de la mano de unos profesionales de sala muy cercanos, con toda la experiencia del mundo, y de la propia Rocío Fernández, amable, dicharachera, encantada de descubrir las raíces de su cocina con toda naturalidad.

Experiencia de última generación, sin formalismos excesivos, sin postureo, sin filosofías “chapa” como las promocionadas por los “Andonis Aduriz” de turno y los críticos “palmeros”. Rocío Fernández pone las cosas en su sitio en Bocinegro: cocina para comensales “disfrutones”. Muy bien hecho.

HUMILDE Y GRANDIOSO

Un comienzo reconfortante: un par de tostas de sardina ahumada, bien regadas por pesto de tomate y un toque de miel. Es simple, pan de molde bien tostado, pero asciende hasta nivel 10 con esas sardinas cargadas de Atlántico, puro mar, y de madera.

El pesto de tomate, la miel y los detalles, tanto de parmesano como de rúcula, redondean un plato humilde, sí, pero gourmet desde el primer hasta el último bocado. Las sardinas siempre dan la talla y Rocío ha encontrado la fórmula más exquisita para la clientela de Bocinegro, la Taberna Marina.

ATÚN CON FRUTA DEL TIEMPO Y MUCHO MÁS

El remedio para combatir ese aluvión de tartar de atún que se extiende de restaurante en restaurante está en Conil: milhojas de atún con mayonesa kimchi, fruta de temporada y huevas de tobiko. Estamos ante otro planteamiento, más refrescante, más sutil y con todo el placer asociado al atún en crudo.

La presentación de este milhojas, con las formas de una flor, augura buenas sensaciones en el olfato y en el paladar. El primer bocado confirma todo lo esperado. El atún con su toque picante tiene el contrapunto, entre dulce y ácido, de la fruta fresca. Un contraste impecable.

Es una sorpresa gourmet de alto voltaje, marcada por la fragancia fresca de cada ingrediente. Viento limpio de un océano que se abre a menos de 500 metros de la sala de Bocinegro. Cocina Atlántica, suprema y aún poco conocida.

POR SUS CROQUETAS LOS CONOCERÉIS

Si las croquetas son de gambones al ajillo sabes que en la cocina se aprecia la tradición, que se tiene muy en cuenta la faceta más entrañable de cada persona sentada a la mesa. Las croquetas de Rocío Fernández tienen más que gambones frescos o mayonesa de kimchi, tienen la capacidad de emocionar.

Masa sedosa y corteza crujiente, pero sin excesos, sabor intenso y una nota de delicadeza traen a tus memoria las croquetas de madres y abuelas, siempre elaboradas con la ilusión de satisfacer a los más pequeños de la familia. Imprescindibles en la mesa para conocer Bocinegro.

POSTRES, IMAGINACIÓN SIN FRONTERAS

De sorpresa en sorpresa. De una mousse de… cacahuete con bizcochuelo, caramelo salado y galleta de almendra, explosiva, hasta una espuma de tocino de cielo con un jugo concentrado de arándanos, un “coulis”, con su galleta de almendra, ligera, sutil, super elegante.

Ambos postres, elaborados por Rocío Fernández y su equipo de cocina, marcan los límites en el final de esta cena. La mousse de cacahuete atesora la esencia de un fruto seco singular: es enérgica en el paladar, tiene una textura consistente y ofrece una carga de dulzor muy justa, nada empalagosa.

La otra propuesta, la espuma de tocino de cielo, se mueve en una dimensión opuesta. Es muy ligera y refrescante, su textura es casi de terciopelo, y opta por una dulzura superior.

Opciones complementarias, en una palabra, capaces de satisfacer al abanico completo de comensales gourmet.

En Conil, como en toda la provincia de Cádiz, se descubre la efervescencia gastronómica más natural, más desenfadada y más… ajustada de precios. Bocinegro es un gran ejemplo de esa creatividad sosegada, con los pies en la tierra, que materializan super profesionales como Rocío Fernández.

Aquí se viene a disfrutar de la mesa, de la compañía, del escenario, del servicio de sala. Es una propuesta relajante, que borra las “neuras” de las grandes ciudades. La mejor medicina para el espíritu.

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