Su localización es casi confidencial, en una de las playas más secretas de Calahonda, el balcón de Mijas al Mediterráneo, y su imagen es de club de playa de última generación, que se mantiene fiel, eso sí, al chiringuito original. Estamos en Luna Beach, a las puertas del cielo gastronómico.

El interior acogedor de Luna Beach, rodeado de cristaleras que se abren al mar y al cielo con toda naturalidad, ya adelanta el nivel Gourmet que ha logrado su equipo impulsor: multi étnico, super profesional, motivado al máximo y conocedor de los resortes para satisfacer a la clientela.

El Cocinero Ejecutivo, Soufian, marroquí-alemán de Tanger, educado en los mejores fogones de Francia, y el Jefe de Sala, Miguel Cañas de Jerez, que conoce los secretos del vino y del servicio como nadie, son los puntales de un éxito a imitar: el salto desde el chiringuito playero con “pescaíto” frito y poco más, hasta un restaurante gastronómico que emociona.

Luna Beach deja un recuerdo gratificante a las personas que se sientan en sus mesas. La clave de ese impacto positivo se llama ilusión, desplegada a raudales por cada componente del equipo.

Os contamos ahora la experiencia en la mesa de Luna Beach, en una cena de corte internacional, pensada para satisfacer desde nórdicos hasta españoles, desde británicos hasta italianos, con un viaje alrededor del planeta Gourmet.

SUGERENCIAS MUY APETECIBLES

En Luna Beach hay una carta clásica y un listado de sugerencias que se refresca casi por completo cada diez días. Esas propuestas son las que han conformado la base de una cena impecable, en una atmósfera relajante que se sitúa a poco menos de treinta metros de la orilla del Mediterráneo.

El pan integral hecho en el propio restaurante, con forma de panettone, y con un aroma fresco, que transmite el encanto de los cereales tostados, abre el desfile de propuestas. Un aceite de oliva virgen extra y ecológico de Ubeda, el aceite de Spíritu Santo de Baeza, proporciona el primer “subidón” de los sentidos.

La fragancia de este aceite combina a la perfección con la propia del pan. Es un impacto elegante, de gran nivel, que anticipa el resto de los placeres.

En el primer aperitivo: una ensalada de pato con piña caramelizada que se termina con mostaza antigua, comienza el camino a las estrellas. La sorpresa inicial, la batalla entre la carne y la fruta, se convierte en diversión para la nariz y la boca. Gana la armonía, la continuidad entre uno y otro ingrediente. El toque casi dulce de la piña contrasta, igualmente, con la mostaza, dejando un toque de plenitud en el paladar.

ALTA COCINA FRANCESA, LA GRANDEUR

La escuela francesa de Soufiane brilla en su segunda propuesta de la noche: milhojas de faisán sobre reducción de cebolla roja y crema de espárragos naturales. Grandioso, es poco más de un bocado, un aperitivo, pero, todo un despliegue de emociones.

Faisán, sí, un ave noble que ya no aparece en los menús, pero es un auténtico lujo en la mesa. Es un bocado muy ligero, casi etéreo, y elegante, con la textura divertida de un milhojas crujiente y el punto de consistencia de la carne. Para tomar mil veces.

HOMENAJE AL QUESO

En Luna Beach se valora el queso. Es otro de los placeres de la mesa que miles de restaurantes evitan por su manejo y conservación, siempre difíciles. El señor de los fogones de esta casa abierta a la playa contempla el queso… con sorpresas.

La paleta reúne desde queso de tetilla con uvas hasta queso azul con mascarpone para maridar con chocolate fundido. En esa misma paleta se presentan: gruyere con clavo y mango, brie con café e higo y como invitado estelar: queso manchego con aceite, pimentón y romero.

Adiós puristas, es tiempo de mestizaje. Quesos de nivel medio sorprenden, y cautivan, en cada bocado. En mi “wish list”añado, en orden creciente: tetilla y uvas, una explosión controlada en el paladar con toques dulces; queso azul y mascarpone sobre galleta con una cucharada de chocolate, un terremoto en la lengua y en la boca, sabores estimulantes que se complementan; para llegar a la cota superior con la propuesta sazonada con aceite, pimentón y romero, descarga de Naturaleza con una nota picante.

TARTAR VIAJERO

Los entrantes superlativos de Luna Beach, alejados de los conceptos habituales, materializan esos deseos de sorprender, de cautivar, a las personas que disfrutan en la mesa. Pero el menú para esta cena va más lejos.

El mejor ejemplo llega con su tartar de atún y aguacate. Parece que es un tributo a la moda del atún rojo, pero no, ni mucho menos. El tartar de Soufiane juega a fondo con el aderezo. Jengibre rosa, lima, pimienta, cilantro y salsa ponzu crean un nuevo escenario que se redondea con un chorreón de Aceite de Oliva Virgen Extra supremo al llegar a la mesa.

Presentación impecable, con el toque maestro de Miguel Cañas en sala para servir cada plato. La primera palabra en la mente: frescor, con el atún en plenitud. Después vienen: potencia, sinfonía, nueva dimensión de un plato ya imprescindible.

Para mi gusto solo un detalle a mejorar: el cilantro está demasiado presente y… ya se sabe, algunas personas lo toleramos menos que otras, especialmente aquellas que llegan de Centroeuropa y Latinoamericana. La originalidad de este atún marca diferencias.

EL BACALAO SE VISTE DE ETIQUETA

Estamos en Luna Beach, en un restaurante muy acogedor aunque sea espacioso, iluminado de modo exquisito, decorado con elementos relajantes. Del chiringuito original solo queda el emplazamiento en plena playa y el observatorio privilegiado para contemplar la luna sobre el mar.

El plato de pescado: bacalao al horno sobre manzana confitada, alioli de manzana y toque de miel con mostaza dulce… más un chorrito de vermut, deja sin palabras. Majestuoso, pone los ojos en blanco de cada persona sentada a la mesa y deja abierta más de una boca.

La manzana suaviza la nota salada del bacalao, mientras que la mostaza, junto con el vermut, añaden una sombra de dulzor, impensable en un bacalao con su textura característica, hecho impecablemente. Matrícula de Honor para esta clase magistral de creatividad.

Un cóctel desengrasante y refrescante marca el cambio de tercio. Colores de primavera y sabores cítricos nos ponen frente a un plato de carne de corte peruano.

El menú de Luna Beach se redondea con un solomillo marinado que se hace al espeto, con ese toque maestro de un profesional acostumbrado al trabajo diario con los mejores pescados. Cebolla roja y tomate Cherry completan el plato final.

Las notas de hierbas aromáticas conviven con las notas ahumadas de las brasas de madera de olivo en una pieza hecha al punto, jugosa y ligera. Una carne perfecta para cerrar la serie de propuestas saladas.

POSTRES, LA FUERZA MÁS DULCE

En Luna Beach se miman los postres, se crean desplegando cierta influencia francesa.

Las dos muestras de esta cena merecen un desplazamiento por sí mismas: en primer lugar el Sticky Toffee, con dátiles, harina de almendras, canela con caramelo casero, el toffee, más helado de vainilla. La segunda propuesta reúne merengue seco italiano con un sorbete de cassis mezclado con sirope natural de arándanos.

La ligereza del Sticky Toffee, un despliegue de dulces naturales con el toque exótico de la canela, armoniza a las mil maravillas con un helado de vainilla especialmente untuoso. El abrazo de dos mundos exquisitos en la boca y en el cerebro genera un recuerdo imborrable.

El segundo postre es contundente, un broche poderoso capaz de endulzar de verdad pero con un mínimo de azúcar. El cassis, ese licor francés de grosella elaborado en Borgoña, mezclado con el sirope de arándanos aportan sus toques vitales al merengue seco, con el punto crujiente de un horneado preciso. Es la felicidad golosa.

Luna Beach muestra el camino Gourmet de los restaurantes más bellos de la Costa: un salto gigante desde chiringuito hasta referente Gastronómico y de estilo de vida. Dicha evolución, capitaneada por Soufiane y Miguel, está haciendo escuela gracias al entusiasmo de todo un equipo, un bloque imparable.

MIMADA BODEGA FRENTE AL MAR

Responsable de Sala de Luna Beach, Miguel Cañas dedica una enorme atención a los vinos con buenas y variadas referencias nacionales e internacionales, algo imprescindible en un local con un alto porcentaje de clientes de fuera de España. En nuestra velada disfrutamos de cuatro sugerentes propuestas.

Arrancamos con un vino con historia. El riesling, variedad mosel, Max Ferd, Richter Zeppelin que conmemora los años 20 y 30 cuando se servían los vinos de este particular viñedo en los lujosos restaurantes de la nave Graf Zeppelin  en sus trayectos atlánticos.  La etiqueta art decó fue diseñada por el artista local Hans Schlöser, incorporando el Zeppelin, y ha sido utilizada desde entonces.

Una delicia para limpiar y abrir el apetito, de reducida graduación con 11 grados, con notas cítricas de limón y pomelo, manzana verde, toques herbales, pimienta blanca y mineralidad precisa. Perfecto para los quesos con los que le maridamos.

A continuación Château Puech-Haut Argali Rosé, uno de los rosado estrella de Languedoc-Roussillon, elaborado con Garnacha y Cinsaut. Lo que primero nos llamó la atención fue la preciosa botella, con base semiesférica. Un exclusivo vino, denominado gris y que sirven en muy pocos lugares. Disfrutamos de él a lo grande maridado con el tartar de atún. 

El blanco elegido para maridar el bacalao fue el albariño Tierras de Lantaño, todo un clásico delVal do Salnés. Lo tiene todo y resulta fresco, franco y complejo.

Cerramos con una Mencía 2018 del Bierzo, Capitán Beto, nacido del trabajo conjunto de los enólogos argentinos Andrea Mufatto y Gerardo Michelini con el berciano Javier González. Para Miguel Cañas es el vino más singular de esta temporada en Luna Beach. Un vino elaborado con la filosofía de respetar la viña y dar más protagonismo a la uva. El resultado es un vino floral, fresco y amable, perfecto para cerrar una gran velada. 

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